Desde las sombras
Crónica | Fotoensayo
Infancia en situación de calle
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia
Padre de familia
De los trece miembros regulares de la familia Casino, nueve habían pasado parte de sus infancias en centros de acogida. Su mayor necesidad es el afecto. Padres ausentes, alcohólicos o en prostitución. Con la ruptura de vínculos llega el rechazo y marginación social. En el grupo suele haber uno que ejerce de cabecilla, no siempre es el más fuerte, sino quien tiene más carisma. En muchos casos, el líder es quien cumple con mayor eficacia la función de padre. José, el padre de los Casino, tiene 27 años. Es el miembro de mayor edad. «Yo vivo de milagro», me dice abriendo su chompa y no sé si se refiere a sus creencias o a la cantidad de cicatrices y esa hernia abdominal que asoma bajo su ropa.
«Uno quiere cambiar, claro que quiere cambiar. Para que me quieran… yo quiero que me quieran», implora Brian antes de pegarse un vuelo.
Los niños en situación de calle se agrupan formando familias, no solo como mecanismo de defensa, sino porque buscan un mínimo de cariño que encuentran en la comida compartida, en la compañía de los perros, en la botella de c’Kanelao —el licor de alta graduación más barato del mercado— que se pasa de mano en mano.
La inhalación de clefa o poxi, un pegamento compuesto de tolueno, benceno y hexano, produce efectos de manera inmediata. Son sustancias altamente adictivas que provocan alucinaciones y depresión, dificultad en el habla y graves lesiones en el sistema nervioso. Si se mezclan con alcohol, su poder destructivo es enorme. En pocas palabras: se detonan el cerebro varias veces al día, hasta que ya no queda más.