EdiciónJune 04, 2023

Periodismo y voyeurs

Eric está del otro lado del mundo y suele mensajearme de madrugada porque tiene desfasaje horario.

Tiempo atrás me envió un link y dijo que se sintió raro después de ver la galería de fotos. Aquel día, abrí el enlace y comencé a pasar las imágenes, ampliando alguna, haciendo scroll-down. Quise ver la galería nuevamente, pero debía llevar a mis hijos a la escuela. Peiné a Liev, cargué la botella de agua de Ilanit. Abrí distraído la puerta. El pequeño salió cantando en voz baja, mi hija practicaba tablas para su examen; yo seguía pensando en los Rohingya.

Subieron al auto. Liev exhaló sobre el vidrio y continuó tarareando mientras garabateaba con el dedo. Ilanit me miró por el retrovisor:

—¿Qué pensas, pa?

Pienso que no quiero ser un maldito voyeur del sufrimiento. Un mirón, un simple mirón que los ve ahí todos sucios con frío y pena y rabia y no quiero ser uno más que ve y se va al carajo. El supuesto buen padre que la dejará pasar, total qué mas da, si están lejísimo y no tienen nada que ver con nosotros. O peor: el tipo que ayuda con unos pesos para aliviarse, para olvidar en paz. Y que no debo escribir enojado —pienso— en la cara del editor consagrado que ayer aconsejaba que si uno está enojado es mejor no escribir y enumeraba su sabiduría y entonces que mejor no escriba, pero qué ganas tengo y me da igual que el experto diga que no, si total ahora está lleno de especialistas: genios en la crianza de hijos; consejeros de parejas; coaches personales; profesionales de la espiritualidad; asesores en control del estrés; licenciados en todas las artes de la prosperidad; tutores guías mentores que nos dicen qué hacer – cómo hacer – cuándo hacer, porques-paraques-ques. 

—Pienso en unas fotos que vi hace un rato, amor. Unas fotos muy tristes.

¿Cómo explico que el humanitarismo también se instrumentaliza?

¿Cuánto tiempo llevaría describir que la imagen estándar del buen samaritano blanco ayudando a gente negra o pobre, indefensa, desgraciada, también puede tratarse de un montaje paradigmático?

¿Cuál caso—entre cientos— será el más adecuado para poner en evidencia el daño que provocan los buscadores de adeptos en las desgracias ajenas?

¿Qué ejemplo —entre cientos— uso para mostrarles lo peligroso que es publicar eufemismos como “causa humanitaria” para referir a operaciones militares?

¿Habrá una forma sencilla de mostrar que la solidaridad está estructurada por tradiciones culturales y religiosas; y eso la vuelve vulnerable a la corrupción y a la manipulación?

¿Qué medio será apropiado para exhibir las causas estructurales de las crisis?

¿Cuándo hablamos de crisis, pensamos en su resolución o simplemente en culpabilizar a quien consideramos adversario?

No pocos autores aseguran que aceptar con pasividad un sistema corrupto e injusto es cooperar con ese mismo sistema. De todas maneras, no creo que el activismo online, el clicktivismo (“un click para salvar el mundo”) o el slacktivismo —que es el término más adecuado por hacer referencia al activismo de los slackers: los holgazanes— sea una respuesta que nos ayude a achicar las brechas de desigualdad. Si no sanamos las pautas de comportamiento actual, los desequilibrados escenarios sociales serán cada vez inquietantes.

Pienso en la frase de Tolstoi: “Mientras los hombres sean incapaces de resistir a las seducciones del miedo, del lucro, de la ambición, de la vanidad, que humillan a unos y depravan a otros, formarán siempre una sociedad compuesta de violadores, de impostores y de sus víctimas”.


* Esta entrada se publicó originalmente en El Salto diario (España)

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EdiciónJune 02, 2023

Las condiciones de la libertad

Conocí la historia de Alberto Torroba, cuando la extraordinaria periodista, lectora, escritora y amiga Ángeles Alemandi me contó que —junto con Lauti Bentivegna, otro groso— habían ganado un apoyo del Fondo Nacional de las Artes para realizar un proyecto de escritura de no ficción.

Necesitaban un editor para terminar de preparar crónicas. Una de ellas, la particular historia de Torroba.

Así dice el lead de la nota que publicamos en Angular:

«Torroba pasó gran parte de su vida buscando una salida. En los ‘70 cargó una mochila y viajó a Europa. Cuando se hartó de Occidente conoció culturas milenarias en Asia y entendió que el verdadero viaje no es físico sino espiritual, allí aprendió las artes de la navegación de los antiguos polinesios. Esta es la voz de un hombre que a bordo de un tronco ahuecado cruzó el océano más grande del mundo».

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Las fotos son de Belkis Martin.
Las fotos son de Belkis Martin.

…y así comienza la crónica. Ésta es la voz de Torroba:

Crucé el océano Pacífico en solitario, en un velero que fabriqué con mis propias manos. Eso es lo que quiero que sobreviva de mí, mi bitácora de viaje, lo que decidí entonces que valía la pena contar.

No me gusta hablar de mí mismo. No me gusta que me tomen fotos. No quiero entrar a las redes sociales, no quiero dejar rastros sobre lo que es privado. Hoy todos hacen eso: publicitan estupideces en Internet. Que deje rastros Einstein o un escritor muy importante, bueno; pero no un tipo que está haciendo tallarines.

Desde sus palabras me parecía un tipo único, alguien que expande.

Conseguí una de las pocas copias perdidas de su libro. Lo devoré y decidí conocerlo personalmente. Aún vive en un paraje perdido del norte pampeano. Y sí, es tal cual lo imaginaba; tal cual lo describió Ángeles en su crónica.

Transcribo algunas de sus ideas:

  •  A los 15 ya era anarquista, no de estar en el partido, sino como decía Borges, un «anarquista inofensivo»No creía en nada, veía el circo humano y me gustaban los personajes raros. Me siguen gustando.
  • A medida que avanzaba hacia el este me daba cuenta de que los occidentales somos parte de una civilización etnocentrista, consumista, corrupta. Y nos creemos que llevamos la libertad a cuestas.
  • Para mí esa es una de las condiciones de la libertad: que nadie te conozca interiormente. No por cobardía, ni nada, sino porque ni yo mismo sé quién soy.
  • …estar solo, en la noche, en una cosa que se mueve, sobre el mar que es gigante, es un monstruo. Lo que yo hice fue una apuesta única. La muerte podría haber ocurrido. Vos estás ahí y tomás conciencia. Es una sensación que te pone fuerte, intenso, serio. Lo que está ocurriendo acá no es joda.
  • La vida depende del viento. Y el horizonte.

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EdiciónMay 20, 2023

La crónica periodística en los tiempos de las redes sociales

Tiempo atrás, la periodista Carolina de Assis entrevistó a tres editores/directores de medios latinoamericanos que tuvieran foco en la crónica. Nos incluyó y salieron estas reflexiones:

«Medios latinoamericanos dan nuevo aliento al periodismo narrativo»

Desde el brasileño Euclides da Cunha hasta la peruana Gabriela Wienner, pasando por el colombiano Gabriel García Márquez, la argentina Leila Guerrero, la mexicana Alma Guillermoprieto y por decenas de otros nombres más, América Latina es la casa de grandes narradores de historias que llevan elementos de la literatura a sus textos periodísticos.

El “ornitorrinco de la prosa”, la crónica, es uno de los formatos del periodismo narrativo más presentes en la región. La definición zoológica es del periodista y escritor mexicano Juan Villoro, para quien la crónica es “un animal cuyo equilibrio biológico depende de no ser como los siete animales distintos que podría ser” y de los cuales toma elementos para constituirse: la novela, el reportaje, el cuento, la entrevista, el teatro, el ensayo y la autobiografía.Alberto Salcedo. (Cortesía).

“Es un género en el que la escritura tiene ambición estética y la investigación tiene profundidad”, dijo al Centro Knight el periodista colombiano Alberto Salcedo Ramos, especialista en el formato e instructor de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).

Según Salcedo Ramos, la crónica no sustituye a la noticia, cuya finalidad es informar sobre un hecho tan pronto sucede.

“Poco después, cuando el mero registro no cumple ninguna función porque el público ya conoce el suceso, lo que sigue es descubrir en él algunas historias que nos ayuden a explicarlo. Por eso yo digo que la crónica es el rostro humano de la noticia. Cuando tú lees con atención una noticia, descubres en ella posibles historias para hacer crónicas, y si lees una crónica que está bien hecha vas a encontrar en ella noticias, informaciones que no se sabían”, relató.

En la primera década de los años 2000, la crónica periodística se volvió prominente en varios medios de América Latina, como en las revistas Etiqueta Negra (Perú, 2002), Gatopardo (México, 2006) y piauí (Brasil, 2006). A fines de 2010, con el periodismo revirado por la omnipresencia de las redes sociales, los nuevos medios exclusivamente digitales volvieron su atención al género y lo acercaron a un público más familiarizado con las pantallas que con el papel.

“Periodismo de maratón”

[…] también en Argentina nació, en junio de 2017, Angular. Una plataforma de periodismo narrativo que busca trabajar sobre “la dignidad y la identidad de las personas”, según dijo el periodista Migue Roth, uno de sus tres fundadores, al Centro Knight.

“Desde un comienzo supimos que no iríamos tras la noticia del momento; que nos importa un periodismo de largo aliento, la carrera de fondo si se quiere, de resistencia, de cross-country, más que la de velocidad”, dijo Roth. La idea era buscar “historias que suelen quedar relegadas de la agenda mass-media, temas y voces ignoradas o directamente silenciadas”. Entre ellas están la reconstrucción de Nepal después del terremoto de 2015 o la población que vive en la calle en Santiago, capital de Chile.

Roth ve un “carácter anfibio” en el periodismo narrativo que lo torna atractivo y eficiente para contar las historias que les interesa en Angular.

“Entiendo la crónica como una manera de decir, de pronunciar, de mostrar; como una forma abierta de contar; no sé si es la mejor, sí sé que esa plasticidad permite jugar con el lenguaje, incorporar y probar alternativas de decir. A veces funciona tan bien que hace la historia fluir, y carga las tintas de manera que el lector percibe todos los matices, los sabores, los olores y sensaciones que tiene esa historia”, dijo.Página de inicio de Angular. (Captura de pantallla).

Para el fundador y editor de Angular, la crónica contrasta con el ambiente de los medios digitales que tenemos hoy.

“Las redes sociales tienen la capacidad de hacer masivo un contenido con la misma facilidad que provocan su caducidad. Y es lamentable que la mayoría de medios respondan a ese paradigma, casi por inercia”, resaltó Roth. “La crónica periodística es, de alguna manera, una insistencia ante la velocidad y un antídoto contra la infoxicación”.

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* Ésta entrevista se publicó originalmente en «Inmediaciones».

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EdiciónMay 17, 2023

Secuestrados a medianoche

Tiempo atrás tuve la oportunidad de editar la apasionante historia de Victoria Duarte de Dos Santos.

Conocí lo que le había sucedido cuando era niño, allá en la Patagonia. Ella, junto a su familia, se habían mudado a Bariloche y relataron los hechos.

Su historia me parecía fascinante. Recuerdo que la habían grabado en una de sus conferencias, y en casa tenía el cassette de aquella grabación que ponía cada dos por tres en el reproductor para volver a escuchar.

Nos hicimos muy amigos. Esa amistad se tornó en hermandad con los tres hijos de la pareja: la negra —Jessi—, y los negritos: Gabi y Joelo. Desde nuestras infancias, siempre le decíamos a Vicky que tradujera la historia de su secuestro en Angola (inicialmente se había publicado en alemán). Pero pasaban los años, y con el trajín de los laburos lo postergaba.

Al terminar la universidad y luego de mis experiencias periodísticas, me acerqué al universo editorial. Fue entonces cuando insistimos nuevamente; Vicky se animó y encontró el tiempo para sentarse a revisar viejos manuscritos y juntar sus memorias.

Sinopsis

Ella había viajado para trabajar como enfermera voluntaria en Angola. Pero, como si la distancia del hogar y las incomodidades propias de un entorno precario no fueran suficientes desafíos, se enfrentó a una privación aún más difícil: la de la propia libertad.

Durante su tiempo como rehén en medio de la guerra angoleña, esta misionera padeció no solo necesidades físicas que empujaron sus límites más allá de lo imaginable, sino también la incertidumbre de no saber qué pasaría con su vida y la de sus compañeros de misión, también secuestrados.

A lo largo de incontables kilómetros, entre selvas, montañas y arroyos, y mientras luchaba por sobrevivir bajo un sol abrasador en el día o un frío penetrante en las noches, Victoria aprendió lecciones valiosas de carácter, empatía y supervivencia. También palpó de una manera singular el carácter del Dios a quien, desde pequeña, soñaba servir.

“Secuestrados a medianoche” no es solo un manual de advertencias y lecciones para una experiencia misionera extrema. También es un relato en el que las aventuras se mezclan con reflexiones que surgen desde convicciones y necesidades profundas. Y el suspenso, muchas veces, es la luz que alumbra a un Ser superior.


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¿Dónde conseguirlo?

Lo vende la editorial ACES. 

También está publicado en inglés, por Pacific Press.

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